La Real Sociedad ha logrado alcanzar los octavos de final de la Europa League tras avanzar no solo de la fase de grupos, sino también de una eliminatoria. Esto implica mucho, a pesar de las apariencias. Lo subrayo porque es la impresión que tengo del ambiente que rodea al equipo.
Aparte de los logros, el estilo de juego, el estado actual del equipo, las opiniones diversas sobre el entrenador y ciertos jugadores, y el flojo final del primer tiempo contra el equipo danés, existen también las inquietudes de los aficionados, que se perciben claramente en Anoeta cada semana.
Sin embargo, a pesar de lo comprensible y respetable de estas consideraciones, lo cierto es que la Real ha logrado pasar a la siguiente ronda europea, lo que era un objetivo anhelado durante años, especialmente cuando se enfrentaban a dificultades. No es algo común. De hecho, no ocurría desde hace 9.606 días, más de 26 años. Ni siquiera en la recordada eliminatoria de Champions de 2013 contra el Lyon, o la más manejable previa de Europa League en 2014 ante el Aberdeen. La última vez fue en la UEFA 98-99, frente al Dinamo Moscú, en dieciseisavos, donde anotaron jugadores como Kovacevic y De Paula. Este avance ha sido logrado con una victoria destacada, lo que añade un elemento de alegría a la situación. Si bien el Midtjylland no es un adversario del calibre de Leipzig, Roma o Manchester United, es indudable que la escuadra de Imanol ha superado un obstáculo importante y ha dejado atrás una presión histórica. Insisto: la Real está en octavos de final de la Europa League. Otros equipos, como Oporto, Galatasaray o Anderlecht, no han tenido la misma suerte. Sin embargo, es evidente que tanto el United como el Tottenham, a pesar de sus desafíos recientes, pondrán a prueba a la Real en la siguiente fase. Así que se puede seguir cantando que “otra vez en Europa van a ver a la Real”.